GESTIONAR EMOCIONES.
Emilia Quirós
Una buena gestión de las emociones puede contribuir a nuestra felicidad y a afrontar una enfermedad o un problema con una calidad de vida mejor.
La inteligencia emocional supone enfrentarse de forma coherente a las dificultades del día a día y dar la importancia justa a cada problema. Se trata de saber reaccionar de un modo controlado y no dejarse arrastrar por las emociones.
Ello no quiere decir que no haya que sentir las emociones, ya que la ausencia de reacción no es sana y puede traer consigo consecuencias negativas tanto físicas como mentales.
Las emociones y la salud
Se ha comprobado que las emociones pueden influir en nuestra salud y que tienen una incidencia en el desarrollo de determinadas enfermedades. Una reacción emocional se traduce en un sentimiento. De este modo, los sentimientos positivos pueden aportar beneficios clínicos mientras que los negativos pueden tener los efectos contrarios.
Las personas que padecen de estrés son más propensas a sufrir enfermedades que afectan al corazón y son más vulnerables al ataque de algunos virus, como el de la gripe. De hecho, la relajación y la meditación son técnicas utilizadas en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, de ciertos tipos de diabetes, de la artritis y del asma.
Los beneficios de las emociones positivas
Aunque las emociones positivas no pueden curar enfermedades, sí que pueden tener un efecto en el conjunto de factores que determinan el curso de una enfermedad y hacer que su evolución sea más lenta o que se experimente una mejoría.
Emociones inteligentes
De este modo, las emociones canalizadas de un modo saludable pueden aportar beneficios a la salud. Por otra parte, el apoyo emocional de las personas que rodean al paciente puede tener efectos paliativos del malestar y procurar bienestar al enfermo.
El paciente emocionalmente inteligente
La gestión de las emociones no es una tarea fácil y requiere de madurez y de conocimiento de uno mismo. El paciente que posee una inteligencia emocional desarrollada es una persona positiva, tiene una alta autoestima y un concepto de sí mismo real, por lo que es capaz de reconocer y de aceptar tanto sus virtudes como sus defectos.
Es asi mismo una persona capaz de reconocer sus propios sentimientos y de expresarlos de un modo controlado y coherente según la situación en que se desarrollan. De igual modo, es una persona empática, capaz de entender los sentimientos de los demás y las reacciones que estos sentimientos producen.
La inteligencia emocional supone enfrentarse de forma coherente a las dificultades del día a día y dar la importancia justa a cada problema. Se trata de saber reaccionar de un modo controlado y no dejarse arrastrar por las emociones.
Ello no quiere decir que no haya que sentir las emociones, ya que la ausencia de reacción no es sana y puede traer consigo consecuencias negativas tanto físicas como mentales.
Las emociones y la salud
Se ha comprobado que las emociones pueden influir en nuestra salud y que tienen una incidencia en el desarrollo de determinadas enfermedades. Una reacción emocional se traduce en un sentimiento. De este modo, los sentimientos positivos pueden aportar beneficios clínicos mientras que los negativos pueden tener los efectos contrarios.
Las personas que padecen de estrés son más propensas a sufrir enfermedades que afectan al corazón y son más vulnerables al ataque de algunos virus, como el de la gripe. De hecho, la relajación y la meditación son técnicas utilizadas en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, de ciertos tipos de diabetes, de la artritis y del asma.
Los beneficios de las emociones positivas
Aunque las emociones positivas no pueden curar enfermedades, sí que pueden tener un efecto en el conjunto de factores que determinan el curso de una enfermedad y hacer que su evolución sea más lenta o que se experimente una mejoría.
Emociones inteligentes
De este modo, las emociones canalizadas de un modo saludable pueden aportar beneficios a la salud. Por otra parte, el apoyo emocional de las personas que rodean al paciente puede tener efectos paliativos del malestar y procurar bienestar al enfermo.
El paciente emocionalmente inteligente
La gestión de las emociones no es una tarea fácil y requiere de madurez y de conocimiento de uno mismo. El paciente que posee una inteligencia emocional desarrollada es una persona positiva, tiene una alta autoestima y un concepto de sí mismo real, por lo que es capaz de reconocer y de aceptar tanto sus virtudes como sus defectos.
Es asi mismo una persona capaz de reconocer sus propios sentimientos y de expresarlos de un modo controlado y coherente según la situación en que se desarrollan. De igual modo, es una persona empática, capaz de entender los sentimientos de los demás y las reacciones que estos sentimientos producen.
La clave está en el equilibrio
La capacidad para superar las dificultades y las frustraciones es otra de las características que define a una persona emocionalmente inteligente. Es también una persona con motivación y con ilusión, que sabe encontrar el equilibrio entre exigencia y tolerancia.
El enfermo que sabe canalizar sus sentimientos de manera positiva enfrenta su enfermedad con menos sufrimiento y es capaz de disfrutar de los buenos momentos a pesar de las limitaciones que le impone la dolencia. Su calidad de vida es mejor que la del enfermo que se deja arrastrar por sus emociones y es incapaz de controlarlas y ser positivo
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