¡Hola!
Esta semana ha sido una de corer por las oficinas médicas debido a este “flare up” o exacerbación que tengo de fibromialgia. En mi caso, “la fibro” es episódica. Este episodio se ha prolongado bastante, en parte, debido a que estoy en plena menopausia y esa alteración hormonal afecta la condición. Así es que como suelo contar en los talleres que solía ofrecer hasta hace poco…es el cambio, lo que es una constante en nuestras vidas.
Muchas veces resistimos los cambios, pero son parte de nuestro diario quehacer, nos guste o no. Si nos resistimos mucho, la vida se encarga de “darnos una buena pata’ para hacernos mover”, pues estáticos solo estaremos cuando muramos y nadie quiere morirse. En mi caso, aunque me siento como de veinte años, la vida me hace ver que ya los dejé atrás hace tiempo. Por ejemplo: a los 20 me encantaba bailar, también a los 30, pero a los 40 cuando comenzó esto de “la fibro” ya me costaba bailar y ahora en mis 50 ya quisiera poder bailar como antes que me amanecía bailando, pero ¡qué va! Un baile como mucho y suavecito. Un bolerito o una salsita moderada y ya. Si acaso un par de piezas durante un par de horas y pa’casa a dormir. A los 20 me podía amanecer dos o tres noches por semana, ahora me amanezco una noche y ¡necesito una semana para recuperarme! Esto de envejecer no es fácil. Nadie quiere. Yo lo entiendo. Quien quiere ver cómo lo que hacíamos a los 20 ahora ni lo intentamos por no sufrir una fractura, un disloque, o como poco un dolor muscular que requiere de los ungüentos y masajes para poder sobrellevarlo. En el caso de quienes tenemos “la fibro” peor nos va.
Yo he optado por aceptar el proceso de envejecimiento como parte de la vida. Uso la frase trillada “quiero envejecer con dignidad” … ¡a saber qué será eso! ¿Que se me noten las arrugas y me sienta bien con ellas? ¿Acaso, que aumente de peso, me salga panza, el culo me crezca del tamaño del Brasil (como dice uno de mis personajes preferidos: Bridget Jones)? ¿Será que tendré las siete pestes como perfume: la peste a ungüento de alcanfor, mentolatum, crema de cacao…y por ahí siguen los mil y un remedios que usaba mi abuela y que ahora estoy usando yo? Pues eso de envejecer con dignidad es una frase bien hecha para que nos conformemos con los que nos toca vivir porque es ley de vida.
Encima de la menopausia, el envejecimiento, el paso del tiempo, también “la fibro” y sus episodios sabrosones. Comencé diciendo que ha sido semana de médicos. He sustituido los “dates” por oficinas médicas. Que si la neuróloga, que si el fisiatra, que si el ginecólogo, que si la psiquiatra…en fin, la lista es larga. Para que todos me digan lo mismo “tengo que aprender a vivir con “la fibro”, COÑO y ¿qué creen que llevo haciendo hace once años? Así es que cada vez que surge una oportunidad para desearles a todos un día con lo que vivo yo, no pierdo el tiempo, a todos esos médicos creyentes y no creyentes en lo que vivimos los que tenemos “la fibro” y nos dicen la famosa frase hecha: “aprende a vivir con ella” les deseo lo mejor … un día de los míos y a ver qué me dicen luego.
Esta semana ha sido una de corer por las oficinas médicas debido a este “flare up” o exacerbación que tengo de fibromialgia. En mi caso, “la fibro” es episódica. Este episodio se ha prolongado bastante, en parte, debido a que estoy en plena menopausia y esa alteración hormonal afecta la condición. Así es que como suelo contar en los talleres que solía ofrecer hasta hace poco…es el cambio, lo que es una constante en nuestras vidas.
Muchas veces resistimos los cambios, pero son parte de nuestro diario quehacer, nos guste o no. Si nos resistimos mucho, la vida se encarga de “darnos una buena pata’ para hacernos mover”, pues estáticos solo estaremos cuando muramos y nadie quiere morirse. En mi caso, aunque me siento como de veinte años, la vida me hace ver que ya los dejé atrás hace tiempo. Por ejemplo: a los 20 me encantaba bailar, también a los 30, pero a los 40 cuando comenzó esto de “la fibro” ya me costaba bailar y ahora en mis 50 ya quisiera poder bailar como antes que me amanecía bailando, pero ¡qué va! Un baile como mucho y suavecito. Un bolerito o una salsita moderada y ya. Si acaso un par de piezas durante un par de horas y pa’casa a dormir. A los 20 me podía amanecer dos o tres noches por semana, ahora me amanezco una noche y ¡necesito una semana para recuperarme! Esto de envejecer no es fácil. Nadie quiere. Yo lo entiendo. Quien quiere ver cómo lo que hacíamos a los 20 ahora ni lo intentamos por no sufrir una fractura, un disloque, o como poco un dolor muscular que requiere de los ungüentos y masajes para poder sobrellevarlo. En el caso de quienes tenemos “la fibro” peor nos va.
Yo he optado por aceptar el proceso de envejecimiento como parte de la vida. Uso la frase trillada “quiero envejecer con dignidad” … ¡a saber qué será eso! ¿Que se me noten las arrugas y me sienta bien con ellas? ¿Acaso, que aumente de peso, me salga panza, el culo me crezca del tamaño del Brasil (como dice uno de mis personajes preferidos: Bridget Jones)? ¿Será que tendré las siete pestes como perfume: la peste a ungüento de alcanfor, mentolatum, crema de cacao…y por ahí siguen los mil y un remedios que usaba mi abuela y que ahora estoy usando yo? Pues eso de envejecer con dignidad es una frase bien hecha para que nos conformemos con los que nos toca vivir porque es ley de vida.
Encima de la menopausia, el envejecimiento, el paso del tiempo, también “la fibro” y sus episodios sabrosones. Comencé diciendo que ha sido semana de médicos. He sustituido los “dates” por oficinas médicas. Que si la neuróloga, que si el fisiatra, que si el ginecólogo, que si la psiquiatra…en fin, la lista es larga. Para que todos me digan lo mismo “tengo que aprender a vivir con “la fibro”, COÑO y ¿qué creen que llevo haciendo hace once años? Así es que cada vez que surge una oportunidad para desearles a todos un día con lo que vivo yo, no pierdo el tiempo, a todos esos médicos creyentes y no creyentes en lo que vivimos los que tenemos “la fibro” y nos dicen la famosa frase hecha: “aprende a vivir con ella” les deseo lo mejor … un día de los míos y a ver qué me dicen luego.
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